cuentito (PDF)

Llegue a casa al mediodía, después de pasar otra noche en la clínica donde cada
vez me habituaba más al intolerable olor a mierda, a pus, a desodorante de ambiente
sobre desodorante de ambiente, sobre transpiración y la comida de la rotiseria de en
frente, a escaras en la espalda que tenía mi niño pequeño, de dos meses, del puré de
zapallito a la sonda nasogastrica, mi bebe, con pañales y baba, sin verdad en los ojos, que
casi siempre llame papá.
Almorcé dos facturas, prendí el ventilador y me acosté. Siempre me costo
dormirme y en vez de armar anagramas, trataba de recordar textualmente todas las
conversaciones del día, con bastante éxito. Pero durante la vigilia, dormir era la única
bendición, sin contar la comida casera, salvo los churrascos. Cerré los ojos. Sonó el
teléfono con su condena de atender a cualquier hora, esperando el final obvio o las
excusas de mi tía, la mayor, por no poder cuidar a su hermano cinco minutos, por la
presión, y a la Nati la dejo el novio y el reuma o la creciente inflación junto con la
especulación, pelotudeces tan recurrentes como rompe bolas.
-Buenas tardes ¿usted es pariente de Clara Rojas?
-Si soy el hermano ¿Qué pasó?
-Su hermana se encuentra en la guardia del hospital Fiorito, en Avellaneda, por
un piedrazo que recibió en el tren.
-¿Esta bien? ¿Mi hermano esta con ella?
-Buenas tardes.
Me vestí con la ropa que había tirado un rato antes y corrí a la estación del
Jagüel. Llame a mi hermano al celular. No atendió. Mi vieja estaba de guardia en la
clínica de la uom de Avellaneda con mi viejo y una amiga que aparecía cada dos semanas
para llevarle 200 pesos.
.Mamá...
-que pasa hijo...¿Están viniendo tus hermanos para acá?
-Me llamaron del Fiorito, me dijeron que esta Clarita, que le dieron un piedrazo
en el tren.
-ay.. dios...
-anda a verla, tomate un remis, que yo me voy a quedar con papá.

-¿Como esta?
-No sé...
-Bueno, se queda Antonia un rato hasta que llegues..por dios...
Espere el tren esforzándome por no llorar, por no pensar. Después me dijeron
que pase de largo a un amigo, sin notarlo.
Cada vez transpiraba más.
El viaje fue rápido, mirando al piso, tapándome la cara con tierra, la frente con
sangre, las manos que tiemblan, el rugido, el ahogo de los peces en la cocina, en el feliz
cumpleaños, y el vómito dios padre y el vomito dios hijo y la re concha de la lora.
En la clínica mi viejo dormía. Me llamo mi vieja diciéndome que estaba bien,
que le habían hecho las placas y que vendría a la clínica para no esperar hasta una hora
incierta al cirujano que debía coserla.
Las espere sentado donde pasaba todas las noches, pero sin pensar que ver en la
tele y sin fumar a escondidas. Volví a ver como estaba, seguía atado por la mano
izquierda con vendas y babeando. Llegaron.
No la reconocí. Me acerque a ella y me puse a su altura. tenia un chichón
enorme en la frente, el ojo hinchado, con vendas y con sangre, con muchísima sangre.
-Hola bonita...
No contesto. No miraba. Estaba quieta, rígida, ajena a todos, los ojos que
siempre temblaron estaban vacíos, sin sol. Los brazos le colgaban al costado del cuerpo,
le tome la mano y empezaba el vestigio de un río tibio, pero no lloro.
Doce puntos en la frente a una nena de nueve años, por un hijo de puta que tiro
una piedra al tren, y un poco más abajo y perdía el ojo, y ¿mamá, no le da cosa ver
sangre? casi todas no aguantan y se descomponen, y tengo al papá internado acá a dos
pasos, ya vimos un par de cosas.