5. It's so lonely around the fields of Athenry (PDF)




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Author: GONZALO

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It's so lonely
around the fields of Athenry.
–Nuestro día llegará –repite Máirín como un mantra. En su mirada, fija en un punto
muy lejano, destaca un brillo febril.
–Cierra la boca de una maldita vez –la increpa Seán.
Por su parte, se concentra en el fondo de la cerveza con la cabeza baja; el recuerdo del
altercado le pesa sobre los hombros. Trata de lidiar con la contrariedad que le provoca el
rechazar los actos que ha cometido y enorgullecerse de ellos a un mismo tiempo.
Su hermana le suelta una bocanada de humo contra el rostro, provocándolo. En sus
gestos aún se percibe el frenesí de la contienda, la vibrante euforia del triunfo. Sus
compañeros la consideran encantadoramente salvaje.
Seán sabe que sólo se trata de un triste ánimo de autodestrucción.
–¿Te asustan nuestras palabras, igual que a esos cerdos unionistas? –escupe Máirín.
–¿Qué insinúas? –gruñe él.
–¡Que aún no te he visto sangrar por nuestra patria! Llegas aquí, sin una sola marca de
guerra, y siento asco.
–Si no tengo cicatrices es porque no permito que se cierren las heridas.
Máirín resopla con sorna.
–Tú y tu basura moralista.
–Deja de comportarte como si tuvieras que demostrarle algo a alguien, Máirín.
–Deja tú de comportarte como un cobarde. Si nuestro padre te viera, lloriqueando de
vuelta a casa por los rasguños, el miedo y los cadáveres, no se sentiría tan orgulloso de ti, ¿no
crees?
–Así que es por eso, ¿eh? Nunca pudiste soportar que para él no fueras más que otro
par de manos para trabajar en la cocina.
Ella aprieta los dientes. Tiene que respirar hondo varias veces antes de sobreponerse a
la angustia que le ha provocado un vacío en el pecho. La asalta el recuerdo de su imagen en el
espejo: un guerrero derrotado, una mujer herida. El miedo a la muerte, como piedras en el
corazón. Pero se recompone tras una fachada de fingida indiferencia, cuidadosamente
practicada durante años. Cuando vuelve a dirigirse a su hermano su voz suena ronca, pero no
trasluce ninguna emoción.
–Él trató de inculcarte el amor por nuestra nación, intentó adiestrarte para convertirte
en un buen soldado de Irlanda, pero fracasó. Sin embargo no fue a visitarme al hospital cuando

me dispararon, ni llamó para preguntar cómo me encontraba después del apuñalamiento; a
mí, que había defendido sus ideales hasta el límite. Si buscara su reconocimiento, ¿no crees
que habría dejado de intentarlo después de que muriese?
Seán sacude la cabeza con resignación. El diálogo parece desviarse siempre en la
misma dirección: el pasado estancado en el presente, uno de esos círculos de sus vidas que
deberán recorrer infinidad de veces antes de conseguir escapar de la atracción fatal de su
centro, de su origen.
–Lo que intento decirte –responde su hermano, en un intento de reconducir la
conversación– es que te han metido esas ideas en la cabeza, como a los demás. Escúchame,
Máirín, la guerrilla es un suicidio inútil. Hay formas de luchar por la libertad sin arriesgarnos a
perder la vida en el intento.
–¡Nosotros queremos morir por Irlanda! –exclama su hermana de repente. Algunos de
sus compañeros alzan la cerveza para apoyar sus palabras y asienten con orgullo –. Seán,
apenas te reconozco…
Y de vuelta a sus respectivos hogares reflexionarán acerca de las palabras del otro,
conscientes de que sus posturas son irreconciliables. La madrugada los sorprenderá aún en
vela, con un nudo en la garganta por culpa de la nostalgia y la soledad.
Seguirán ahogando sus problemas en alcohol y violencia, engañándose a sí mismos
cuando esgrimen lemas a favor de la libertad a modo de justificación. Máirín, con sus carencias
afectivas, y Seán, con sus inquietudes morales. Pero unidos, después de todo, por un amor
incondicional hacia la tierra que los vio nacer.
Éirinn go brách.






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